errateando el diccionario.

Si las palabras codifican el mundo, cada diccionario personal da cuenta de las miradas tan propias. Yo he decidido quemar el mío. Diccionario que me ha servido para muchas cosas, para que gente diga que soy inteligente o para tener un par de diplomas en un marco enmarcado. Diccionario de palabras que como casi todas se han inventado para decir mentiras.

Pero sin ese diccionario no soy ni digo. Por tanto vuelvo atrás y decido llevar a cabo correcciones profundas. Esos vocablos usados como escudo que se hagan herramienta. Esas para llenar silencios que hagan encuentro y puente. Que si dios crea el mundo con letras yo con mis palabras puedo reinventar todo una y otra vez .

Releo el diccionario y decido mover la palabra amor, que está muy cerca de abandono, de duchas frías, de revólver en la cabeza, de me voy y no me quedo, de me quedo pero no estoy, de estoy pero no llamo, de llamo pero miento. También lo sacamos de tutela intelectual y de personajes. Si, un aprendizaje de mierda…. de puro amor desde la cabeza. Y claro, la teorética del amor y la lingüística del mismo hay que re-editarla. Dejar semejante palabreja al ladito de amigos, de amigas, de pareja, de familia, de mí. Dejar a placer igualmente cerca de lecturas, música y fotografía, pero acercarlo a jardín, a danza, a encuentro, a guitarra, a voz en cuello, a trabajo desde el alma. A tierra entre los dedos, a olor a café en la mañana, a otoño en la ventana. Alejarlo de retorcido, de prohibido, de oneroso y de sadomasoquismo.

Los nombres propios, que hacer con los nombres propios…

Había cerrado esto. CAsi al cerrar, me encuentro con Julio Cortázar.

Que me grito en el oído:

«En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las co-sas tal como me son dadas.»

Y  sí. La rebeldía lingüística me consume.

Una respuesta a “errateando el diccionario.

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